Cuando tenía 17 años estaba decidido a estudiar Ingeniería Electrónica, siempre me había resultado fácil las matemáticas y física y entendía que la electrónica era el futuro, es decir que no iba a tener problemas para conseguir empleo. Era una decisión lógica, no tenía nada que ver con algo que me apasionara, en ese momento no tenía muchas cosas que me apasionaran. El inicio de la carrera fue difícil y llegando a la mitad de la carrera, cuando comencé a ver las primeras materias de la especialidad, cada vez me costaba más sentarme a estudiar. Fue en ese momento donde tuve mi primera crisis de sentido, empecé a dudar si ser ingeniero era lo que quería para mi vida. Me llevo mucho tiempo decidirme a abandonar la carrera, seguí cursando y empecé a trabajar para sentir menos culpa por el esfuerzo que hacían mis padres para que yo pudiera estudiar. El plan era sencillo, estudiar una buena carrera, obtener buenas notas para conseguir un buen trabajo, formar una familia, jubilarme para finalmente morir. Ese es el paradigma que condiciona a la mayoría de las personas en el mundo. Paradigma que tenía sentido en la era industrial pero que hoy es obsoleto y solo genera sufrimiento.
Finalmente deje de asistir a la universidad y también renuncia a mi empleo, para dedicarme de lleno a un emprendimiento de mercado en redes, donde conocí los libros de desarrollo personal y descubrí que también estaba condicionado respecto al dinero. Por un par de años tuve resultados mediocres, comparados con lo que la actividad realmente me podía dar. Allí fue cuando tuve mi segunda crisis existencial. En realidad, solo tenía que tomar una decisión, pero en mi estar siendo de ese momento cada decisión era vivida como una crisis, caracterizada por un exceso de pensamiento sobre el tema, pensamientos que solo alimentan el miedo que paraliza.
En esos años, había tenido distintas conexiones con el Coaching. Comencé a profundizar sobre el tema y encontré una escuela de formación en una ciudad vecina. Tome la decisión de formarme como Coach y encontré lo que siempre había estado buscando: servir a la humanidad. El proceso de formación fue un viaje maravilloso de autoconocimiento y me permitió rediseñar varios aspectos de mi vida. Tal es así, que a los seis meses deje la actividad independiente y empecé a trabajar en el área de recursos humanos de una empresa donde he ido creciendo. A mediados del segundo año de formación decidí ser padre y hoy disfruto el desafío que implica criar un hijo. Los miedos siguen estando, pero ya no me tienen, actuó a pesar de ellos.
Estas palabras surgen del compromiso de asistirte a construir un puente que te permita cruzar desde tu realidad actual, cualquiera sea, a una realidad deseada, la realidad que te comprometas a construir.